quarta-feira, 7 de janeiro de 2009

A LOITA DOS XORNALEIROS MEXICANOS

La guerra de los braceros

    • Miles de jornaleros mexicanos que emigraron a EEUU después de la segunda guerra mundial cobran 60 años después solo parte de un fondo de ahorro que 'desapareció'

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    Espera Jornaleros y sus familias aguardan para cobrar en una calle de Guanajuato. Foto: TONI CANO

TONI CANO
GUANAJUATO

"¡Estos gobiernos no tienen madre!". Teófilo Gómez, más que viejo, está harto. Y como él, los miles de mexicanos que quedan de aquellos más de cuatro millones de jornaleros que, "cuando EEUU lo quiso porque los necesitaba", fueron a trabajar al norte del río Bravo. El 10% de su salario, fondo de ahorro que debían cobrar a su vuelta a México, desapareció. Voló a bolsillos y retiros más dorados. Ahora, tras medio siglo de demandas, los primeros y legales emigrantes hacen cola para cobrar unas migajas del pan que sudaron."Es tan indignante como cuando nos fuimos", dice Teófilo entre otras caras arrugadas que asienten.
Recuerdan que algunos hasta se ponían traje para enrolarse en aquel Programa Bracero.que ofreció contratos temporales entre 1942 y 1964. Los primeros creían que iban a
"ser los reyes del mambo", en un país sin hombres por la segunda guerra mundial. "¡Y llegábamos a una especie de campo de concentración!", exclama uno. Desnudos, en "filas de cientos de hombres", eran "fumigados con pesticida hasta poder ser considerados apropiados para entrar en EEUU". Incluso los que lograron quedarse "nunca salieron de esa jaula de oro que no deja de ser prisión". Varios entonan esa canción de Los Tigres del Norte.

La vieja esperanza
"Nos trataban como a animales", coinciden en señalar los viejos jornaleros. Pero también reconocen que desde allí, cultivando y recogiendo a destajo frutas, legumbres y verduras, pizcando algodón, arreglando rieles de tren y carreteras, pudieron "mandar una buena lana, un buen dinero a la familia". Y siempre había el retiro pendiente: "Al regreso, cobraríamos las cuotas que nos retuvieron". Gómez desata de nuevo el asentimiento general: "Pero resulta que aquí te tratan pior".
"Ay, señor, qué pena con usted", fue la respuesta de vergüenza que encontraron a la vuelta. De cobrar, nada; un "quién sabe" como máximo. Los millones de dólares del fondo de ahorros "desaparecieron de la cuenta especial del Gobierno mexicano". Con los años, hasta sus familias llegaron a tachar de "viejos locos" a los exjornaleros insistentes. El Programa Bracero se acabó en 1964, pero la migración siguió, ilegal, de alambrada, río o desierto. "Los propios hijos de uno tuvieron también que irse. Ni modo de quejarse", dice Teófilo.
Nadie les prestó atención. Hasta que, en febrero del 2004, unos 2.500 exbraceros irrumpieron en el rancho del presidente, Vicente Fox --en San Cristóbal, no lejos de la capital de Guanajuato-- y provocaron el desmayo de su madre, ya delicada.
"Fue, como se dice ahora, un golpe mediático", recuerda Teófilo Gómez, que nació hace "ochentaymuchos años" en este estado conservador y "presentía el impacto de la invasión". No hubo otra forma de sacarlos que acceder a la negociación. "¡Que nos reciba el presidente! --gritaban-- ¡Que nos devuelvan las cuotas!". Pero el Ministerio de Gobernación (Interior) precisó entonces que no existían "registros contables de que dichos recursos llegaran a México".

Unos 2.300 euros
Al mismo tiempo, distintos emigrantes mexicanos que seguían viviendo en EEUU presentaron sus demandas ante los tribunales, y varias organizaciones de braceros hicieron ruido en torno a la frontera. Finalmente, el Gobierno mexicano se ha avenido a
"¿indemnizar?
--ironiza Teófilo-- a los sobrevivientes", que cifra en 250.000. Empezando por los 30.000 que trabajaron entre 1942 y 1946 dentro del Programa Bracero, que tienen ahora un mes para presentar otra vez sus viejos carnets. Tras la última cola, recibirán, en los gobiernos estatales o en los consulados mexicanos en EEUU, unos 2.300 euros.
Teófilo y sus compañeros son de pocas palabras; más a estas alturas, después de haber tenido que explicar mil veces su historia. Están hartos; hoy, de la nueva cola en la ventanilla de
reclamos que les mantiene tumbados en la calle de enfrente del palacio de Gobierno de Guanajuato. "Aunque dicen que en Monterrey hay una fila de 7.000 gentes --comenta uno--, porque se les ha caído el sistema de registro". El cotorreo, la broma y el sarcasmo resumen las opiniones de los abuelos ante la ansiada liquidación: "Es mucho menos de lo que nos deben, claro. Pero al menos nos ayudará a bien morir. ¡36.000 pesos! Eso no es lo que nos corresponde por derecho. Que Diosito les perdone a todos ellos, ahora por su falta de memoria".