sábado, 17 de maio de 2008

El hambre de los agronegocios

Silvia Ribeiro

ALAI AMLATINA, 12/05/2008, México DF.- Por todo el mundo siguen
aumentando los precios de los alimentos y en los países más vulnerables
resultan en situaciones intolerables como hambrunas, a menudo combinadas
con sequías o inundaciones, efectos perversos del cambio climático. Ante
la gravedad de la crisis, caen máscaras y se vacían discursos, como la
receta de los agrocombustibles y los supuestos beneficios del libre
comercio y la agricultura de exportación.

Robert Zoellick, ahora como presidente del Banco Mundial, anuncia que
los precios seguirán altos por varios años, y que es necesario
fortalecer la “ayuda alimentaria” para gestionar la crisis. Zoellick,
que pasó a este cargo luego de ser jefe de negociaciones de Estados
Unidos en la Organización Mundial de Comercio, sabe de lo que habla:
desde su puesto anterior hizo todo lo que pudo para romper la soberanía
alimentaria de los países, en función de favorecer los intereses de las
grandes trasnacionales de los agronegocios. Incluso ahora, la receta de
la “ayuda alimentaria”, es otra vez un apoyo encubierto a las mismas
transnacionales, que tradicionalmente son quienes venden al Programa
Mundial de Alimentos los granos que “caritativamente” les entregan a los
hambrientos, con la condición de que ellos mismos no produzcan los
alimentos que necesitan.

Los grandes ganadores de la crisis alimentaria son también actores
centrales y grandes ganadores en la promoción de los agrocombustibles:
las trasnacionales que acaparan el comercio nacional e internacional de
cereales, las empresas semilleras, los fabricantes de agrotóxicos.

En estos dos últimos rubros son en muchos casos las mismas empresas: a
nivel global, Monsanto es la principal empresa de semillas comerciales y
la quinta en agrotóxicos. Bayer es la primera en agrotóxicos y la
séptima en semillas, Syngenta la segunda en agrotóxicos y la tercera en
semillas, Dupont la segunda en semillas y la sexta en agrotóxicos. Junto
a BASF y Dow (tercera y cuarta en agrotóxicos), estas seis empresas
controlan el total de las semillas transgénicas en el mundo, que
casualmente es también la solución que proponen a todos los nuevos
problemas (que ellas mismas han sido parte fundamental en provocar).

Junto a los que dominan más del 80 por ciento del comercio mundial de
cereales: Cargill, ADM, ConAgra, Bunge, Dreyfus; todas han tenido
ganancias absolutamente impúdicas, gracias a la escasez de alimentos, la
promoción y subsidios a los agrocombustibles y el alza de los precios
del petróleo (los agrotóxicos son petroquímicos). Un excelente informe
de Grain (El negocio de matar de hambre,
http://alainet.org/active/23996), da cuenta de estas ganancias: para el
2007, Cargill aumentó sus ganancias 36 por ciento; ADM, 67 por ciento;
ConAgra, 30 por ciento; Bunge, 49 por ciento; Dreyfus, 77 por ciento, en
el último trimestre de 2007. Monsanto obtuvo 44 por ciento más que en
2006 y Dupont-Pioneer 19 por ciento.

A esta situación se suma el hecho de que los grandes fondos de inversión
especulativa –frente a la crisis financiera e inmobiliaria– trasladaron
millonarias sumas de dinero a controlar los productos agrícolas en el
mercado internacional o commodities. Actualmente, se estima que estos
fondos controlan 60 por ciento del trigo y altos porcentajes de otros
granos básicos. La mayor parte de la cosecha de soya de los próximos
años, ya está comprada como “futuro”. Estos alimentos se han convertido
en un objeto más de especulación bursátil, cuyo precio se modifica (y
aumenta) en función de los jaloneos especulativos, no de los mercados
locales o las necesidades de la gente.

Pese a esta paliza global a toda la gente común, peor para los más
desposeídos, las trasnacionales no se dan por satisfechas y van por más.
Ahora preparan el próximo asalto, monopolizando a través de patentes,
los caracteres genéticos que consideran útiles para hacer plantas
resistentes a la sequía, salinidad y otros factores de estrés climático.

Los gobiernos a su servicio, como México, pretenden apagar el fuego con
gasolina: en lugar de soberanía alimentaria y control campesino de las
semillas e insumos, proponen transgénicos con aún más modificaciones y
más riesgos, maíz transgénico para aumentar la contaminación y la
dependencia, y que hasta los campesinos más pobres, con apoyos públicos,
siembren agrocombustibles en lugar de comida.

- Silvia Ribeiro, investigadora del Grupo ETC.

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